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La Obesidad es un problema de salud que va mucho más allá de la alimentación. Aunque el consumo excesivo de calorías juega un papel importante, otros factores como la calidad de los alimentos, los desequilibrios metabólicos y la salud emocional pueden influir en su desarrollo.

Uno de los aspectos más importante a tener en cuenta es la composición de la dieta, ya que no todas las calorías son iguales. Por este motivo, elegir alimentos ricos en fibra, proteínas magras y grasas saludables puede marcar la diferencia en el control del peso. En cambio, el consumo excesivo de carbohidratos refinados y azúcares altera los niveles de glucosa en sangre y favorece la acumulación de grasa en el organismo.

Otro factor que no suele ser considerado es el microbioma intestinal. Cuando existe un desequilibrio en la flora bacteriana (por lo general, causado por una dieta pobre en fibra y el abuso de alimentos ultraprocesados), esto puede afectar la forma en que el cuerpo procesa los nutrientes y almacena la grasa. Por eso es importante cuidar la salud intestinal con alimentos fermentados, prebióticos y probióticos si se quiere prevenir el aumento de peso.

Finalmente se encuentra el aspecto emocional, que también juega un papel importante. Muchas personas recurren a la comida como una respuesta al estrés, la ansiedad o la tristeza. Este comportamiento favorece patrones de alimentación poco saludables. Además, hábitos como saltarse comidas o cenar muy tarde pueden alterar el metabolismo y contribuir al exceso de peso.

En definitiva es esencial entender que la obesidad no es solo cuestión de comer menos y moverse más. Existen factores hormonales, metabólicos y emocionales que pueden dificultar la pérdida de peso si no se abordan de manera integral. Para bajar de peso, los profesionales recomiendan mejorar la educación nutricional y, de considerarlo necesario, optar por el acompañamiento de un nutricionista. De este modo será posible lograr cambios sostenibles y mejorar la salud a largo plazo.