Los expertos consideran que para obtener un bienestar físico y emocional óptimo, el cuerpo y la mente deben operar en armonía. Y aunque comúnmente la alimentación se suele asociar a una buena salud física, diversos estudios científicos han demostrado que lo que comemos también influye de forma directa en nuestra salud mental.
Nuestro aparato gastrointestinal, a menudo
llamado "segundo cerebro", está repleto de bacterias que influyen en
la producción de sustancias químicas esenciales como la dopamina y la serotonina,
responsables de transmitir mensajes entre el intestino y el cerebro.
Cuando llevamos una dieta equilibrada y
saludable, el crecimiento de bacterias beneficiosas aumenta, lo que a su vez
mejora la producción de estas sustancias químicas y, por ende, nuestro estado
de ánimo. Una alimentación alta en azúcar, en cambio, puede causar picos de
dopamina seguidos de caídas abruptas, generando fluctuaciones y un impacto
negativo en nuestras emociones.
Por otro lado, los estudios revelan que una
alimentación basada en alimentos integrales y no procesados puede ayudar a
controlar los síntomas de depresión y ansiedad. Por el contrario, quienes
llevan una dieta poco saludable son más propensos a padecer enfermedades como
demencia y accidentes cerebrovasculares.
Por este motivo, para promover un estado de
ánimo estable, los profesionales médicos aconsejan incluir en la dieta
alimentos integrales y ricos en fibra y antioxidantes, como frutas, verduras,
granos enteros y pescado. Además, es recomendable incorporar alimentos
fermentados como el yogurt, el kéfir o la kombucha, que contienen probióticos y
pueden beneficiar significativamente nuestra salud digestiva y emocional.
El 11 de agosto se celebra en la argentina
el Día Nacional de la Nutrición y desde Investigaciones Médicas te invitamos a
reflexionar sobre la conexión entre lo que comemos y cómo nos sentimos,
adoptando una dieta que no solo nutra el cuerpo, sino también la mente.